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El Ascenso de AMLO y el Comienzo de la 4T
Recuerdo bien la atmósfera de aquel 1 de julio de 2018. Se sentía en el aire que no era una elección más. El triunfo de Andrés Manuel López Obrador con más del 53% de los votos fue la crónica de un cambio anunciado, el resultado de una carrera política de décadas y, sobre todo, la canalización de un profundo hartazgo ciudadano con la corrupción y la desigualdad. Aquella victoria de la coalición 'Juntos Haremos Historia' no solo rompió con el sistema de partidos tradicional, sino que le entregó al nuevo presidente un poder inmenso, con mayorías en el Congreso para impulsar su agenda. Su promesa de una 'Cuarta Transformación' (4T) no era menor: se planteaba como un cambio de régimen, a la par de la Independencia, la Reforma y la Revolución. Desde el primer día, el presidente López Obrador impuso un estilo de gobernar personal y directo. Las conferencias matutinas, 'las mañaneras', se convirtieron en el principal escenario del poder, desde donde se marcaba la agenda del país. Su lema, 'Por el bien de todos, primero los pobres', pasó de ser una frase de campaña a la columna vertebral de sus políticas. Sus primeras decisiones fueron una declaración de intenciones. La cancelación del aeropuerto en Texcoco, argumentando corrupción y costos elevados, para construir en su lugar el Aeropuerto Felipe Ángeles (AIFA), demostró su voluntad de revertir proyectos del pasado. Igualmente, la lucha contra el robo de combustible, el 'huachicol', fue una medida audaz que, aunque causó problemas de abasto, buscaba atacar las finanzas del crimen y la corrupción dentro de Pemex. En este nuevo mapa del poder, emergieron figuras de su círculo más cercano. Uno de los más relevantes fue Adán Augusto López Hernández, un viejo compañero de lucha de Tabasco. Su nombramiento como Secretario de Gobernación fue clave para la operación política del sexenio. Mucho se especuló sobre su relación, y es común que la gente busque si son familia. La realidad, que conocemos quienes seguimos de cerca estas trayectorias, es que no existe un parentesco de sangre; su lazo es de lealtad política forjada durante décadas. El padre de Adán Augusto, un respetado notario, fue uno de los pocos que apoyó a López Obrador en sus primeras denuncias de fraude electoral en Tabasco. Esa confianza convirtió a López Hernández en un hombre fundamental para el presidente, encargado de las negociaciones complejas con gobernadores y la oposición. La primera etapa del gobierno se enfocó en sentar las bases. Se implementó una política de austeridad republicana, eliminando privilegios y pensiones a expresidentes, y se diseñó la arquitectura de los apoyos sociales que se volverían el corazón de su estrategia. Programas como la pensión para adultos mayores o las becas para estudiantes empezaron a tomar forma, con la premisa de ser universales y entregados directamente para evitar intermediarios. A la par, se lanzaron los grandes proyectos de infraestructura, como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, pensados para llevar desarrollo a la región sur-sureste, históricamente rezagada. En el ámbito de las telecomunicaciones, se impulsó la iniciativa 'Internet para Todos' usando la infraestructura de Altán Redes, un proyecto ambicioso que buscaba conectar a las comunidades más marginadas, entendiendo el acceso a internet como una herramienta de justicia social. La estrategia de seguridad también fue un giro de 180 grados. Se creó la Guardia Nacional y se resumió la nueva política en la frase 'abrazos, no balazos', priorizando atender las causas de la violencia. Este enfoque ha sido, hasta hoy, uno de los más polémicos y debatidos. Así, el primer tramo del sexenio dibujó claramente las prioridades del nuevo gobierno, generando una fuerte polarización. Por un lado, una base de apoyo muy sólida que aplaudía el combate a las élites y las políticas sociales; por otro, una oposición y sectores de la sociedad civil que veían con preocupación lo que consideraban una concentración de poder y un ataque a los contrapesos democráticos.

Los Pilares de la Transformación: Programas Sociales y Proyectos de Infraestructura
La segunda mitad del mandato de López Obrador se dedicó a consolidar lo que, en la práctica, se convirtió en el corazón de la 4T: los programas sociales. Estas transferencias directas de dinero, elevadas a derecho constitucional para blindar su futuro, se transformaron en la principal fuente de su enorme popularidad. Quienes estudiamos las políticas públicas sabemos que el impacto de estos programas es doble: por un lado, son un alivio económico inmediato para millones; por otro, generan una base de lealtad política muy sólida. La 'Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores' fue la joya de la corona. Al volverse universal y duplicar su monto, se convirtió en un pilar económico para millones de hogares y, sin duda, en el programa más reconocido de su gobierno. A este se sumó 'Jóvenes Construyendo el Futuro', un programa que, con sus luces y sombras, intentó dar una primera oportunidad laboral a jóvenes que no estudiaban ni trabajaban, vinculándolos como aprendices en empresas. Otro proyecto de gran calado fue 'Sembrando Vida', que buscaba reforestar y dar autonomía económica a campesinos a través de un pago por cultivar sus tierras. El sistema de Becas Benito Juárez, por su parte, abarcó todos los niveles educativos para combatir la deserción escolar. Si bien nadie puede negar el alcance masivo de estas ayudas y su contribución a reducir ciertos indicadores de pobreza, el debate técnico se centró en la falta de evaluaciones de impacto rigurosas, en su sostenibilidad financiera a largo plazo y en su posible uso clientelar. En paralelo a esta masiva inversión social, el gobierno avanzó con sus megaproyectos de infraestructura, concentrados en el sur-sureste. Estas obras eran tanto una apuesta económica como una declaración política. El Tren Maya, un proyecto monumental para conectar la península de Yucatán, buscaba detonar el turismo más allá de Cancún, pero no sin enfrentar una férrea oposición de ambientalistas y comunidades preocupadas por el impacto en la selva y los cenotes. La refinería 'Olmeca' en Dos Bocas, Tabasco, materializó la búsqueda de la soberanía energética, aunque expertos en el sector energético cuestionaron su rentabilidad en un mundo que avanza hacia las energías limpias. En este contexto, el proyecto de telecomunicaciones con Altán Redes cobró una nueva relevancia. Cuando la empresa enfrentó problemas financieros, el gobierno de López Obrador decidió intervenir y convertir al Estado en el socio mayoritario para rescatarla. El objetivo era claro: usar la enorme infraestructura de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para llevar internet a los rincones más olvidados del país. Se trataba de un esfuerzo titánico por superar la brecha digital, aunque la meta de conectar a todo México antes de finalizar el sexenio demostró ser más compleja de lo previsto. En el ajedrez político, Adán Augusto López se mantuvo como una figura central. Desde la Secretaría de Gobernación, fue el principal negociador del presidente, construyendo los acuerdos necesarios para mantener la gobernabilidad y avanzar la agenda legislativa. Su lealtad probada lo colocó naturalmente en la lista de 'corcholatas', el término popular que se acuñó para los posibles sucesores. La elección intermedia de 2021 fue un termómetro importante. Aunque el oficialismo y sus aliados retuvieron la mayoría en el Congreso, perdieron la mayoría calificada necesaria para reformas constitucionales. Desde una perspectiva de balance de poder, esto fue significativo, pues obligó al gobierno a negociar y demostró que, a pesar de la alta aprobación presidencial, el país seguía siendo políticamente plural. Estos años cimentaron la visión de un Estado con un rol central en la economía y el bienestar, rompiendo con décadas de políticas neoliberales. La combinación de ayudas directas y grandes obras definió el modelo de la 4T, pero también sembró un intenso debate sobre su futuro y su verdadero impacto en el desarrollo de México.
Legado, Controversias y la Continuidad del Proyecto
Al llegar a la recta final del sexenio, el gran tema fue la consolidación del legado de López Obrador y la definición de su sucesión. La conversación pública en México giró en torno al balance de la Cuarta Transformación, con visiones que iban desde la celebración de un cambio histórico hasta la seria advertencia sobre un retroceso democrático. Uno de sus legados más evidentes es, sin duda, la política social. Los programas de bienestar se volvieron parte de la vida de millones de mexicanos, lo que se tradujo en una reducción de las cifras de pobreza, según datos oficiales, y en una base de apoyo muy sólida. Sin embargo, como analistas hemos señalado, la falta de una focalización precisa hizo que parte de los recursos no llegara necesariamente a los más pobres, abriendo un debate sobre su eficiencia como herramienta redistributiva. Elevarlos a rango constitucional fue una jugada política que busca garantizar su permanencia. En infraestructura, el esfuerzo por conectar a todo México a través de la red de la CFE y Altán continuó, sentando las bases para que el Estado sea el garante del acceso a internet. Esta visión de soberanía tecnológica fue coherente con su política energética, que buscó fortalecer a PEMEX y CFE. Pero un análisis honesto del sexenio debe incluir sus controversias. La política de seguridad de 'abrazos, no balazos' siguió generando un debate encendido. Aunque algunas cifras de homicidios se estabilizaron o bajaron marginalmente, la violencia del crimen organizado no dio tregua, y la percepción de inseguridad ciudadana se mantuvo alta. Más preocupante para muchos fue el rol cada vez mayor de las Fuerzas Armadas en tareas civiles, desde construir el Tren Maya hasta administrar aduanas y puertos. Este fenómeno, calificado por muchos como una militarización sin precedentes, es una de las grandes preocupaciones que hereda el país. Otro foco de tensión permanente fue la relación del presidente con otras instituciones, en particular con el Poder Judicial. Sus críticas directas a jueces y ministros de la Suprema Corte por frenar sus reformas fueron vistas por sus opositores como un ataque a la división de poderes, esencial en cualquier democracia. En este clima tan polarizado se gestó la sucesión. Las elecciones de 2024 se plantearon como un referéndum sobre la continuidad del proyecto de la 4T. El propio presidente fue el gran elector. El proceso interno de Morena, protagonizado por las 'corcholatas', acaparó la atención nacional. Adán Augusto López fue uno de los aspirantes más visibles, recorriendo el país para posicionarse. Finalmente, Claudia Sheinbaum, exjefa de Gobierno de la Ciudad de México y una de las figuras más cercanas al presidente, fue la elegida para dar continuidad al movimiento. Su triunfo en las elecciones de junio de 2024 fue arrollador, superando incluso el porcentaje de votos de López Obrador en 2018 y asegurando una mayoría abrumadora en el Congreso. El resultado fue un mandato claro para construir lo que se ha llamado el 'segundo piso' de la Cuarta Transformación. El legado de AMLO es, por tanto, un mosaico complejo. Deja un país con menos personas en situación de pobreza, pero con una violencia que no cesa. Deja megaproyectos que buscan el desarrollo, pero con un alto costo ambiental y financiero. Deja un Estado más fuerte e interventor, pero también instituciones autónomas debilitadas. El gobierno de López Obrador cambió el centro de la discusión política en México, poniendo la desigualdad en primer plano. Su estilo de liderazgo y su conexión con una amplia base social redefinieron el ejercicio del poder. El futuro del país, ahora en manos de su sucesora, dependerá de cómo se gestionen los cimientos, tanto los sólidos como los controvertidos, que dejó el gobierno del presidente López Obrador.
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