¿Cómo se forma y para qué sirve nuestro Congreso?

Miren, en la estructura del gobierno mexicano, el Congreso es el corazón del debate. Es donde las distintas voces del país se encuentran para crear, discutir y aprobar las leyes que nos rigen a todos. Piénsenlo como un gran equipo dividido en dos: la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores. Los Diputados son 500 y representan directamente a los ciudadanos de distritos específicos; son, por así decirlo, nuestra voz más cercana en las grandes decisiones. Entre sus tareas más importantes, y que he visto generar los debates más intensos, está la de aprobar cada año el Presupuesto, es decir, decidir cómo se gasta el dinero de nuestros impuestos. Por otro lado, los 128 Senadores representan a los estados de la República. Su perspectiva es más federal y se encargan de asuntos de política exterior, de ratificar tratados internacionales y de nombrar a funcionarios clave, como los ministros de la Suprema Corte. Ambas cámaras son un contrapeso fundamental para el Poder Ejecutivo.

El 'Plan C': Las reformas que marcaron la elección

De cara a las elecciones de 2024, el ambiente estaba cargado. El gobierno saliente puso sobre la mesa un ambicioso paquete de 20 reformas constitucionales, popularmente conocido como el 'Plan C'. Estas propuestas iban desde cambiar la forma en que se eligen los jueces y magistrados, hasta reformar el sistema electoral y elevar programas sociales a rango constitucional. Aquí es donde entra un concepto clave: la 'mayoría calificada'. Para entenderlo de forma sencilla: para aprobar una ley normal, basta con que la mitad más uno de los legisladores esté de acuerdo. Pero para cambiar nuestra Constitución, que es la ley máxima, se necesita un acuerdo mucho más amplio: las dos terceras partes de los legisladores presentes. En la Cámara de Diputados, esto significa 334 de 500 votos; en el Senado, 86 de 128. Sin esa súper mayoría, cualquier reforma constitucional se queda en el tintero. Por eso, la elección del Congreso era tan o más importante que la presidencial.

La batalla electoral por el control del Legislativo

La estrategia del oficialismo fue clara: no solo ganar la presidencia, sino asegurar esa mayoría calificada en el Congreso para poder llevar a cabo su 'Plan C' sin obstáculos. Para ellos, era un mandato para profundizar su proyecto de nación. Por su parte, las coaliciones de oposición plantearon la elección como una defensa de los contrapesos. Su mensaje era que un poder demasiado concentrado en un solo partido podía ser riesgoso para la democracia. A lo largo de mis años en la administración pública, he visto cómo la composición del Congreso puede acelerar o frenar por completo la agenda de un gobierno. La jornada del 2 de junio fue un momento definitorio, con una altísima participación ciudadana que demostró que la gente entendía lo que estaba en juego. El resultado no solo definiría la correlación de fuerzas, sino la gobernabilidad de México para los próximos seis años.

Fachada del edificio del Senado de la República, representando al gobierno mexicano y las elecciones de la cámara alta.

Resultados: Un nuevo mapa del poder en el Congreso

Recuerdo perfectamente la noche del 2 de junio, viendo cómo los resultados preliminares del INE comenzaban a dibujar un escenario que pocos anticipaban con tal contundencia. La coalición gobernante, 'Sigamos Haciendo Historia', no solo ganó, sino que arrasó en la elección para el Congreso. En la Cámara de Diputados, los resultados fueron claros: lograron la anhelada mayoría calificada. Con la suma de Morena, PT y PVEM, superaron cómodamente los 334 escaños necesarios. En la práctica, esto les da 'luz verde' para aprobar reformas a la Constitución sin necesidad de negociar con la oposición. Un poder de esta magnitud en San Lázaro no se veía en México desde hace décadas. La oposición, conformada por 'Fuerza y Corazón por México' (PAN, PRI, PRD) y Movimiento Ciudadano, vio reducida su presencia de manera drástica, limitando su capacidad para actuar como bloque de contención en la cámara baja. El caso del PRD fue particularmente dramático, pues su baja votación lo dejó al borde de perder su registro como partido nacional.

Pero ojo, la historia en el Senado de la República es distinta. Aunque la coalición oficialista también se consolidó como la principal fuerza, se quedaron a unos cuantos escaños de la mayoría calificada. Las cifras finales les dieron alrededor de 83 de los 128 senadores. ¿Qué significa esto? Que si bien tienen una mayoría cómoda para aprobar leyes secundarias y nombramientos, para los cambios constitucionales más profundos —que deben ser aprobados por ambas cámaras—, tendrán que sentarse a dialogar y convencer a algunos senadores de otros partidos. El Senado se convierte así en la arena clave de la negociación política para este sexenio.

Tras la elección, se habló mucho del tema de la 'sobrerrepresentación'. Imaginen que una coalición obtiene el 54% de los votos a nivel nacional, pero gracias a las reglas de asignación de diputados plurinominales, termina con más del 70% de los asientos. Es un mecanismo legal, pero que sin duda abre un debate muy sano y necesario sobre si el Congreso que tenemos refleja fielmente la pluralidad de lo que los ciudadanos votamos en las urnas.

El futuro después de la elección: Reformas, gobierno y contrapesos

Con este nuevo Congreso, entramos en una etapa de profundas consecuencias para México. El gobierno entrante tiene un mandato popular muy fuerte y las herramientas legislativas para impulsar su agenda, el 'Plan C'. La primera gran prueba, y la que más ha causado revuelo, es la reforma al Poder Judicial. La propuesta de que los jueces, magistrados y ministros sean electos por voto popular es un cambio de paradigma total. Sus defensores argumentan que esto limpiará de corrupción y acercará la justicia al pueblo; sus críticos, entre los que se encuentran inversionistas y juristas, advierten sobre el riesgo de politizar la justicia y debilitar un contrapeso esencial para la democracia. Para una mayor comprensión del sistema de justicia mexicano, hay recursos adicionales. La aprobación de esta reforma parece un hecho en la Cámara de Diputados, pero su destino final dependerá de las negociaciones que se logren en el Senado.

Más allá de lo judicial, la agenda es amplia: se propone eliminar a los legisladores plurinominales, transformar al INE y consolidar el control militar sobre la Guardia Nacional. Son cambios que tocan las fibras más sensibles de nuestra arquitectura institucional. Desde mi trinchera, creo que tener tanto poder no es un cheque en blanco, sino una enorme responsabilidad. El gran reto del nuevo gobierno será administrar las altas expectativas de sus votantes y, al mismo tiempo, generar confianza y estabilidad.

Para la oposición, el desafío es mayúsculo. Con menos legisladores, su voz dependerá de su inteligencia estratégica, de su capacidad para fiscalizar y de conectar con los sectores de la sociedad que ven con preocupación esta concentración de poder. En el aspecto económico, la primera gran tarea será el Presupuesto, donde la mayoría oficialista podrá definir las prioridades de gasto sin contrapesos. Las señales que se envíen desde el Legislativo serán cruciales para la confianza de los mercados y la certidumbre en el país. En definitiva, las elecciones de 2024 han inaugurado un nuevo capítulo. El éxito de esta nueva era se medirá en la capacidad del gobierno y del Congreso para usar su poder en favor del bienestar de todos, sin erosionar los pilares democráticos que tanto nos ha costado construir. El diálogo, especialmente en el Senado, será el termómetro de la madurez política de México. Para quien desee profundizar en la estructura gubernamental, el portal oficial del gobierno mexicano es un buen punto de partida.