¿Por qué en México las elecciones presidenciales tienen una sola vuelta?

A lo largo de mi carrera en el servicio público, una de las preguntas más comunes que me hacen es por qué nuestro sistema electoral es diferente al de otros países. La respuesta es clave para entender la política nacional. En México, a diferencia de democracias como la francesa o la colombiana, no existe la segunda vuelta o balotaje. Esto quiere decir que la jornada electoral que vivimos, como la del pasado 2 de junio de 2024, es la única y definitiva. Gana quien obtenga más votos, sin importar si alcanza o no el 50%. Este sistema de 'mayoría relativa' marcó la elección más grande de nuestra historia, donde no solo elegimos a la Presidenta, sino también a 500 diputados y 128 senadores. Entender esto es fundamental, porque define cómo compiten los partidos y el poder que le damos al gobierno entrante desde el primer día.

Recuerdo bien la época del partido hegemónico, donde el sistema de vuelta única funcionaba como un mecanismo para ratificar al sucesor elegido. La elección era casi un trámite. Pero con la transición democrática que vivimos a finales del siglo pasado, todo cambió. La llegada de la pluralidad y la competencia real, impulsada por reformas como la de 1977 que abrió la puerta a más partidos, convirtió la votación en una verdadera contienda. Hoy, es el Instituto Nacional Electoral (INE), un organismo ciudadano y autónomo, el árbitro encargado de garantizar que el juego sea parejo para todos. Sus principios de certeza, legalidad e imparcialidad son el pilar que sostiene la confianza en nuestras elecciones.

Esta estructura de una sola ronda obliga a los partidos a tejer alianzas antes de la elección, no después. Lo vimos claramente en 2024 con la formación de dos grandes coaliciones: 'Sigamos Haciendo Historia' (Morena, PT, PVEM) y 'Fuerza y Corazón por México' (PAN, PRI, PRD), mientras Movimiento Ciudadano decidió ir por su cuenta. En la práctica, esto significa que las negociaciones son cruciales desde el inicio. El resultado no solo define quién ocupará la silla presidencial, sino que moldea el Congreso, afectando directamente la capacidad del nuevo gobierno para sacar adelante sus proyectos. La gobernabilidad del país para los siguientes seis años se empieza a construir desde estas alianzas preelectorales.

Y la jornada culminó de forma histórica: Claudia Sheinbaum Pardo no solo se convirtió en la primera mujer presidenta de México, sino que lo hizo con un respaldo ciudadano abrumador, superando el 58% de los votos según los conteos oficiales. Sus oponentes, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, reconocieron los resultados, validando un proceso que movilizó a más del 60% del padrón electoral. Como ciudadano, tu participación fue un testimonio de la vitalidad de nuestra democracia, a pesar de los enormes retos que enfrentamos. Este resultado le da al nuevo gobierno una legitimidad muy fuerte, pero también la enorme responsabilidad de cumplir con las altas expectativas de millones de personas que votaron por la continuidad de un proyecto de nación.

Fachada del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados, representando el poder legislativo del gobierno mexicano.

Crónica de la elección 2024: Resultados y consecuencias

El 2 de junio de 2024 fue un día que quedará en los libros de historia. Imagina la escala: casi 99 millones de mexicanos con el poder de decidir en sus manos. Organizar esto es una proeza logística y ciudadana, liderada por el INE. La contienda se centró en tres propuestas principales, pero en el fondo, los ciudadanos evaluamos temas que nos tocan a todos: la seguridad en nuestras calles, el futuro de los programas sociales que apoyan a nuestras familias y la estabilidad de nuestra economía. La violencia sigue siendo una herida abierta y una de las mayores exigencias para cualquier gobierno. Por otro lado, la promesa de continuar y ampliar apoyos como la pensión para adultos mayores fue un factor decisivo en el ánimo de millones de votantes.

El triunfo de Claudia Sheinbaum fue contundente. No es solo el hito de ser la primera presidenta; es que más de 35 millones de personas le dieron su confianza, convirtiéndola en la candidata más votada de nuestra historia moderna. Esto le entrega al nuevo gobierno un mandato muy claro para avanzar con su agenda, la llamada 'construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación'. En términos sencillos, significa continuar con las políticas sociales, fortalecer a las empresas del Estado y seguir con grandes obras de infraestructura. Pero el resultado tuvo un eco aún más fuerte: la posibilidad de que su coalición alcance una 'mayoría calificada' en el Congreso. Esto ha encendido un debate nacional sobre el equilibrio de poderes, pues le permitiría impulsar reformas a la Constitución sin tener que negociar con la oposición.

Claro que una jornada de esta magnitud no es perfecta. Seguramente viste o viviste las largas filas o la frustración en algunas casillas especiales donde las boletas se agotaron. Son fallos logísticos que nos recuerdan que siempre hay espacio para mejorar. Sin embargo, en mi experiencia, el balance es positivo. El civismo de la gente y el trabajo de miles de ciudadanos que fueron funcionarios de casilla permitieron que el proceso llegara a buen puerto. Esto demuestra la solidez de nuestro sistema, pero también le deja una tarea al nuevo gobierno: asegurar que la organización de las elecciones siga mejorando para que la confianza ciudadana nunca se ponga en duda.

Las consecuencias de esta votación ya se sienten. Políticamente, vemos la consolidación de Morena como la fuerza dominante y una crisis profunda en los partidos de oposición tradicionales, que ahora tienen el reto de reinventarse para seguir siendo relevantes. El PRD, por ejemplo, lucha por sobrevivir. Económicamente, los mercados reaccionaron con nerviosismo inicial ante la idea de un poder tan concentrado, preocupados por cambios que puedan afectar la inversión. La nueva presidenta, que asumirá el cargo el 1 de octubre, tendrá el enorme desafío de equilibrar su agenda social con la necesidad de dar certeza económica. El resultado de esta elección única define el liderazgo del país y el mapa de poder que dará forma a las leyes y políticas que impactarán tu vida diaria durante los próximos seis años.

Los grandes retos y perspectivas para el nuevo gobierno

Un triunfo tan claro en las urnas otorga un capital político inmenso. Sin embargo, como he visto a lo largo de los años, el verdadero trabajo de un gobierno empieza al día siguiente. El respaldo popular es enorme, pero los problemas que hereda la nueva administración también lo son. El principal, y el que más nos duele como sociedad, sigue siendo la inseguridad. La nueva presidenta deberá ir más allá de las estrategias de contención y atacar las raíces del problema, fortaleciendo a las policías y asegurando que la justicia funcione. Una de sus primeras grandes pruebas será la polémica reforma al Poder Judicial, que propone elegir a los jueces por voto popular. Es una idea que divide opiniones: unos ven la posibilidad de limpiar la corrupción, mientras otros temen que la justicia se politice.

En lo económico, el nuevo gobierno recibe un país con finanzas relativamente estables. El gran reto será mantener esa estabilidad y, al mismo tiempo, cumplir la promesa de ampliar los programas sociales que fueron clave en su victoria. Esto exigirá una administración impecable y, muy probablemente, una reforma fiscal para que el Estado tenga más recursos sin ahogar la economía. Además, nuestra relación con Estados Unidos siempre es un factor crucial. Temas como la migración, el comercio y la seguridad definirán la agenda. La habilidad para negociar con nuestro vecino del norte, sin importar quién gobierne allá, será determinante para el bienestar de México. Tenemos que aprovechar oportunidades como el 'nearshoring' para crear empleos, pero hacerlo de manera inteligente y sostenible.

La gobernabilidad será otro pilar. Tener una mayoría tan amplia en el Congreso puede ser una tentación para gobernar sin contrapesos. La presidenta electa ha dicho que gobernará para todos, y cumplir esa promesa será vital para mantener la paz social. En una democracia, escuchar a las minorías no es una opción, es una obligación. Construir puentes con la oposición, los empresarios, la sociedad civil y los gobernadores de otros partidos será una señal de madurez política. El equilibrio entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial es lo que mantiene sana a nuestra república, y la nueva administración tendrá la responsabilidad de cuidarlo.

Finalmente, sobre el nuevo gobierno recae una expectativa gigantesca. Millones de mexicanos votaron por la continuidad, pero también por un cambio profundo en sus vidas. Gestionar esos anhelos en un mundo complejo y con recursos finitos es el mayor desafío. Temas como un sistema de salud que funcione, educación de calidad para nuestros hijos y el acceso al agua son prioridades que no pueden esperar. El hecho de tener a nuestra primera mujer presidenta abre una oportunidad histórica para, de una vez por todas, enfrentar la violencia de género y avanzar hacia una igualdad real. El éxito de este sexenio no se medirá en votos, sino en la capacidad de traducir ese poder en una mejor calidad de vida para ti y tu familia. Para conocer más sobre la estructura del gobierno, te recomiendo el portal oficial gob.mx, una fuente confiable de información.