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De la Clandestinidad al Palacio de Nariño: La Forja de un Líder

La historia de Gustavo Petro es, en muchos sentidos, la historia de las últimas décadas de Colombia. Nacido en 1960, su juventud estuvo marcada por una inquietud social que lo llevó a tomar un camino impensable para muchos: unirse al Movimiento 19 de Abril (M-19) a los 17 años. Es importante entender que el M-19 no era una guerrilla tradicional; tenía un corte más urbano y nacionalista, surgido como una reacción al presunto fraude electoral de 1970. Bajo el alias 'Aureliano', Petro se movió en el ala política del grupo. Esta etapa tuvo un costo personal: en 1985 fue detenido y pasó 18 meses en prisión. Él mismo ha relatado que fue en la cárcel donde se convenció de que las armas no eran la vía para transformar Colombia. Esta convicción lo llevó a ser una pieza clave en el proceso de paz que culminó con la desmovilización del M-19 en 1990. Con la creación del partido Alianza Democrática M-19, Petro saltó a la política institucional. Fue elegido a la Cámara de Representantes en 1991, justo el año en que se redactó la nueva Constitución colombiana, un documento que abrió las puertas a una mayor democracia. Desde el Congreso, se ganó a pulso la fama de ser un legislador implacable, denunciando la corrupción y los nexos entre políticos y grupos paramilitares, lo que se conoció como 'parapolítica'. Sus debates eran legendarios y le granjearon tanto reconocimiento como enemigos poderosos, al punto de tener que exiliarse brevemente. Con los años, consolidó su imagen de opositor frontal, especialmente durante el gobierno de Álvaro Uribe. Su conocida filiación de izquierda, que ha evolucionado de un marxismo juvenil a un progresismo enfocado en la justicia social y ambiental, ha sido siempre el motor de su carrera política.

Un alcalde polémico: La 'Bogotá Humana'

Tras un primer intento presidencial en 2010, su siguiente gran paso fue la Alcaldía de Bogotá (2012-2015). Su gestión, 'Bogotá Humana', fue tan ambiciosa como controversial. Se centró en la inclusión social y la defensa del medio ambiente. Recuerdo bien la polémica que desató al intentar remunicipalizar el servicio de recolección de basuras. Esta decisión le costó una destitución por parte de la Procuraduría, que generó protestas masivas y fue finalmente revertida por instancias judiciales internacionales, permitiéndole terminar su mandato. La alcaldía, con aciertos como la reducción de la tasa de homicidios y dificultades en grandes obras, fue un verdadero laboratorio para el proyecto de país que presentaría más tarde. Le sirvió para demostrar que podía gobernar, pero también expuso sus puntos débiles en la ejecución y la construcción de consensos.

El camino a la presidencia y el duelo con Hernández

En 2018, volvió a la contienda presidencial y llegó a segunda vuelta contra Iván Duque, obteniendo una cifra histórica de 8 millones de votos para la izquierda. Esto lo consolidó como el líder indiscutible de la oposición y sentó las bases para 2022. La campaña de ese año fue la culminación de su carrera, un escenario donde se enfrentaría no solo a sus adversarios, sino a la historia de un país que nunca había elegido a un presidente de su corriente ideológica. Y fue aquí donde surgió la figura de Rodolfo Hernández, un empresario que encarnaba un cambio antisistema y populista. El duelo Petro-Hernández se perfiló como el choque entre dos visiones opuestas de cambio que capturaron la atención de toda Colombia. Las encuestas lo ponían como favorito, pero el electorado es impredecible. El camino a la presidencia estaba lejos de ser sencillo; era la prueba final para un político forjado en la adversidad.

Fachada del Palacio Legislativo de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados de México, en representación de la política mexicana.

El Cambio o el Salto al Vacío: Petro vs. Hernández en 2022

La campaña presidencial de 2022 en Colombia fue un verdadero terremoto político. He cubierto muchas elecciones en la región, y pocas han tenido la intensidad de esta. Había un deseo palpable de cambio en la sociedad, un agotamiento por la desigualdad y la corrupción. Gustavo Petro se convirtió en el principal canalizador de ese anhelo. Desde el principio, las encuestas lo señalaban como el líder, con una intención de voto sólida. Su programa, bajo la coalición Pacto Histórico, prometía reformas profundas. La primera vuelta confirmó su favoritismo con más del 40% de los votos. La sorpresa, sin embargo, fue quién quedó en segundo lugar. Contra todo pronóstico, no fue el candidato de la derecha tradicional, sino Rodolfo Hernández, un empresario y exalcalde de Bucaramanga. Su campaña, basada en un feroz discurso anticorrupción y un uso magistral de redes como TikTok, conectó con un electorado harto de los políticos de siempre. Se presentaba como un gerente que pondría 'orden', evitando debates y alianzas tradicionales. La contienda se convirtió entonces en una elección entre dos tipos de cambio muy diferentes. Petro ofrecía un proyecto ideológico claro, con su identidad de izquierda como estandarte. Hernández, por otro lado, proponía un cambio personalista, un 'salto al vacío' para muchos, que se alimentaba del sentimiento antipolítico. La segunda vuelta electoral fue una batalla por cada voto. Hernández recibió el apoyo de la derecha, que lo vio como la única forma de frenar a Petro. Las encuestas mostraban un empate técnico, creando una incertidumbre enorme. Recuerdo la tensión de esas semanas. El choque era total: Petro en las plazas públicas, como un político experimentado, y Hernández en las redes sociales, como un magnate disruptivo. El 19 de junio de 2022, Colombia tomó su decisión. Con una participación histórica, Gustavo Petro ganó con más de 11 millones de votos (50.44%). La victoria fue ajustada pero decisiva. Logró romper barreras, ganando en regiones periféricas olvidadas por el Estado, como el Pacífico y el Caribe, además de la capital. La elección de Petro, junto a su vicepresidenta Francia Márquez, una lideresa social afrocolombiana, marcó un antes y un después. Por primera vez, un exguerrillero desmovilizado y líder de izquierda llegaba al poder por la vía democrática. El resultado final demostró que una mayoría de colombianos eligió un cambio con un programa definido por encima de un voto de protesta sin una dirección clara.

El Gobierno del Cambio y sus Desafíos: Un Análisis para México

Cuando Gustavo Petro asumió la presidencia el 7 de agosto de 2022, se inauguró el 'Gobierno del Cambio', generando enormes expectativas. Desde mi perspectiva, para un país como México, también gobernado por un líder de izquierda como Andrés Manuel López Obrador, el caso de Petro es un espejo fascinante de los retos que implica gobernar desde una plataforma progresista en una sociedad polarizada. El gobierno de Petro se basa en tres pilares: la 'Paz Total', la justicia social y la justicia ambiental. La 'Paz Total' es un esfuerzo titánico por dialogar con todos los grupos armados, no solo con las FARC, un proceso complejo con avances y retrocesos. En lo social, el gobierno presentó un paquete de reformas ambiciosas: tributaria, de salud, pensional y laboral. Como hemos visto en México, estas propuestas han chocado con una fuerte resistencia en el Congreso. A pesar de una coalición inicial amplia, el gobierno ha perdido apoyos, lo que ha complicado la aprobación de sus proyectos más importantes. La reforma pensional, por ejemplo, logró ser aprobada en 2024, una victoria clave, pero la de salud ha tenido un camino mucho más difícil. La opinión pública ha sido un termómetro muy volátil. Las encuestas de aprobación comenzaron altas, por encima del 56%, pero sufrieron un desgaste considerable. Sin embargo, mediciones recientes muestran un repunte, coincidiendo con datos económicos más favorables como la contención de la inflación. Este vaivén no es extraño en gobiernos que proponen cambios estructurales; las expectativas son altas y los resultados tardan en llegar. Su estilo de gobierno, directo y a menudo confrontacional, y su uso de las redes sociales para comunicar, recuerdan al estilo del presidente mexicano. De hecho, la sintonía entre los gobiernos de Petro y México es notable, con posturas coordinadas en temas como la política de drogas y la integración regional. Hay una conexión que va más allá de lo diplomático, anclada en afinidades políticas de larga data. La contienda electoral que lo llevó al poder, esa polarización con Rodolfo Hernández, ofrece lecciones valiosas sobre el ascenso de figuras 'outsider', un fenómeno global que también resuena en México. Nos enseña cómo un candidato sin una estructura tradicional puede capitalizar el descontento popular. Desde la perspectiva mexicana, observar la administración Petro es ver un reflejo de nuestros propios desafíos: la dificultad para construir consensos en el legislativo, la lucha contra la corrupción, la gestión de la seguridad y el esfuerzo por reorientar el modelo económico. Instituciones como la Secretaría de Gobernación en México realizan una labor de articulación política muy similar a la que intenta el Ministerio del Interior en Colombia. En definitiva, el gobierno de Petro es un proceso en pleno desarrollo. Representa un punto de inflexión en la historia de Colombia y un laboratorio político de primer nivel. Para el ciudadano mexicano, analizar su gestión es una oportunidad invaluable para reflexionar sobre los caminos de la izquierda en el poder y los retos compartidos en nuestra búsqueda de una sociedad más justa.