El Marco Institucional de un Gobierno Productivo en México

Para que un ciudadano de a pie lo entienda, un 'gobierno productivo' no es el que gasta más, sino el que invierte mejor para que a todos nos vaya bien. Imaginen al gobierno no solo como un administrador de impuestos, sino como un socio estratégico que crea las condiciones para que la innovación y el trabajo duro den frutos. En México, el corazón de este esfuerzo ha sido, desde hace mucho tiempo, la Secretaría de Economía. He visto cómo esta secretaría ha cambiado de nombre y de enfoque a lo largo de la historia, adaptándose a los tiempos. En algún momento, su función clave se concentró bajo un nombre que muchos aún recuerdan conceptualmente: la secretaría de industria y desarrollo productivo. Su misión siempre ha sido la misma: diseñar las reglas del juego para que la industria, el comercio y los servicios florezcan, generando empleos y bienestar.

La historia de esta dependencia es un espejo de la propia historia económica de México. Nació en el siglo XIX como un Ministerio de Fomento, y en épocas como la de los años 50 y 60, su papel fue clave para construir la industria nacional que hoy conocemos. Era la encargada de decidir qué se podía importar, de proteger a nuestros productores y de fomentar que se fabricara en México. Aunque hoy las herramientas son distintas —hablamos más de competitividad y libre mercado—, esa esencia de promover lo 'Hecho en México' y desarrollar la productividad sigue siendo el ADN de la Secretaría de Economía.

La Figura del Líder de la Política Productiva: El Ministro de Desarrollo Productivo

Pensemos en la figura que encabeza este esfuerzo como el capitán del barco económico del país. Aunque en México su título oficial es Secretario de Economía, para entender su rol lo llamaremos aquí el ministro de desarrollo productivo. Este funcionario no es un burócrata encerrado en su oficina; es un estratega que debe dialogar permanentemente con empresarios, gobernadores, legisladores y hasta con socios comerciales de otros países. Su trabajo es identificar dónde están las grandes oportunidades de crecimiento —como hoy lo son la tecnología o las energías limpias— y crear las políticas para que México las aproveche. Desde mi experiencia, su éxito no se mide solo en las cifras frías del PIB, sino en la capacidad de generar empleos de calidad y un desarrollo que llegue a todas las regiones del país, no solo a unas cuantas.

Para lograrlo, este líder no trabaja solo. Se apoya en un equipo de subsecretarios y directores, donde podríamos visualizar a un responsable de una secretaria de desarrollo productivo, que sería el brazo ejecutor de los programas de apoyo. Esta área sería la encargada de aterrizar las grandes estrategias en acciones concretas: créditos para la pequeña empresa, capacitación para los trabajadores, fomento a la innovación. Existe una ley, por ejemplo, que se creó con un propósito muy simple pero poderoso: ayudar a que las micro, pequeñas y medianas empresas no solo nazcan, sino que crezcan fuertes y competitivas. Esto demuestra que, más allá del nombre, la función de impulsar el desarrollo productivo es una tarea central y permanente del gobierno.

En el servicio público aprendes rápido que nadie logra nada solo. Las políticas de desarrollo económico son un trabajo de equipo. La Secretaría de Economía debe coordinarse con la de Hacienda para los temas de impuestos y aranceles, y con la banca de desarrollo, como Nafin o Bancomext, que son quienes prestan el dinero para los grandes y pequeños proyectos. Cuando se lanza un programa federal de fortalecimiento de la reactivación productiva, por ejemplo, se necesita de todos: Economía diseña la estrategia, Nafin pone el financiamiento y los gobiernos estatales ayudan a que el apoyo llegue hasta el último rincón. Esta red de colaboración es el verdadero motor que convierte una buena idea en una realidad que mejora la vida de la gente.

Planta de manufactura avanzada en México, representando el sector productivo y la industria nacional.

Estrategias y Programas para la Reactivación Productiva

Un gobierno productivo se mide por sus acciones, no solo por sus planes. En México, como en muchos países, la columna vertebral de la economía son las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs). Son la tiendita de la esquina, el taller mecánico, la pequeña fábrica de software. Son las que más empleos generan. Por eso, gran parte del esfuerzo se enfoca en ellas, a través de programas que podríamos englobar bajo el concepto de un programa federal de fortalecimiento de la reactivación productiva. Estas iniciativas son la forma en que el gobierno le dice a los emprendedores: 'No están solos, aquí hay herramientas para ustedes'.

Este tipo de programas, de los cuales he visto nacer y evolucionar varios a lo largo de mi carrera, suelen atacar tres problemas clave. Primero, el acceso a dinero. Imaginen a una costurera que quiere comprar una máquina industrial para hacer crecer su taller, pero el banco le niega el crédito. Aquí es donde el gobierno interviene, con créditos blandos y garantías, a través de la banca de desarrollo. Segundo, el conocimiento. Muchas empresas tienen un gran producto, pero no saben cómo venderlo por internet o cómo mejorar su producción. La secretaria de desarrollo productivo se encargaría de organizar cursos y dar asesoría técnica. Tercero, las conexiones. El programa busca que las pequeñas empresas se conviertan en proveedoras de las grandes, creando cadenas donde todos ganan y se fortalece la economía local.

El Rol de la Secretaría de Industria y Desarrollo Productivo en la Ejecución

La responsabilidad de que estos programas funcionen recae en la dependencia encargada del fomento industrial, que para fines prácticos llamamos la secretaría de industria y desarrollo productivo. Bajo la dirección del ministro de desarrollo productivo, su primera tarea es poner las reglas claras. ¿Quién puede recibir el apoyo? ¿Qué papeles se necesitan? La clave es hacerlo simple y transparente, para que la ayuda llegue a quien debe llegar y no se quede atorada en la burocracia.

Una de las lecciones más duras que aprendes en el gobierno es que tener un buen programa no sirve de nada si la gente no sabe que existe. Por eso, la difusión es fundamental. La secretaría debe usar todos los canales a su alcance, desde anuncios en radio hasta redes sociales, y trabajar de la mano con las cámaras empresariales y los gobiernos municipales para que la información llegue a cada rincón del país. Recuerdo proyectos muy buenos que fracasaron por falta de una comunicación efectiva. Es un trabajo de campo, de ir a las comunidades y explicarle a la gente, cara a cara, cómo pueden beneficiarse.

Finalmente, un programa federal de fortalecimiento de la reactivación productiva debe medirse. No se trata solo de entregar recursos, sino de saber si esa inversión funcionó. ¿La empresa que recibió el crédito contrató a más gente? ¿La capacitación ayudó a que exportaran su producto? La secretaria de desarrollo productivo tiene que establecer un sistema de seguimiento para evaluar el impacto real y rendir cuentas a los ciudadanos. Esto permite corregir lo que no funciona y fortalecer lo que sí da resultados. Así se construye, paso a paso, una política de fomento que realmente transforma la economía desde abajo.

Desafíos, Futuro y la Dimensión Política del Desarrollo Productivo

Seré franco: construir un país productivo no es un camino de rosas. La labor de un ministro de desarrollo productivo y de la estructura que lidera, como la secretaría de industria y desarrollo productivo, se enfrenta a retos enormes, a realidades políticas complejas y a un mundo que no deja de cambiar. No trabajamos en un laboratorio, sino en el México real.

Uno de los mayores desafíos que he observado siempre es la informalidad. Tenemos millones de negocios que operan 'por la libre', lo que les impide acceder a créditos, a capacitación y a mercados más grandes. Es como tener un equipo de fútbol donde la mitad de los jugadores juega descalzo. Un programa federal de fortalecimiento de la reactivación productiva debe, por fuerza, ofrecer un puente atractivo hacia la formalidad. Otro reto gigante es la desigualdad entre regiones. Mientras el norte y el centro del país están conectados a la economía global, el sur-sureste sigue arrastrando un rezago histórico. Una política productiva que funcione para todos debe ser como un traje a la medida, con acciones específicas para las necesidades y talentos de cada región.

La Intersección con el Poder Legislativo y las Perspectivas Futuras

Cualquier estrategia económica importante necesita pasar por el Congreso. En la práctica, esto significa que el responsable de la economía tiene que ser también un buen político, un negociador capaz de convencer a diputados y senadores de que sus proyectos valen la pena para el país. Son ellos quienes aprueban el presupuesto y las leyes que definen las reglas del juego. La visión de la secretaría de industria y desarrollo productivo puede ser brillante, pero sin el respaldo político y los recursos necesarios, se queda en el papel. Además, los cambios de gobierno cada seis años pueden poner en riesgo la continuidad de los proyectos a largo plazo, un desafío constante en la administración pública mexicana.

Mirando hacia adelante, México tiene frente a sí una oportunidad de oro: el famoso nearshoring. Piensen en ello como si, de repente, las fábricas más importantes del mundo quisieran mudarse a nuestro vecindario por nuestra cercanía con Estados Unidos. Para aprovecharlo, necesitamos una política industrial inteligente y ágil. La secretaria de desarrollo productivo tiene la tarea de identificar y resolver los cuellos de botella: necesitamos energía, agua, carreteras y, lo más importante, gente preparada. La meta no es solo ser un país de maquiladoras, sino de absorber tecnología y que las empresas mexicanas se integren a estas nuevas cadenas de valor. Esto exige una colaboración sin precedentes con las universidades para formar a los jóvenes en las carreras del futuro. Al final del día, como se establece en el Plan Nacional de Desarrollo y en la visión de la Secretaría de Economía, de esto se trata un gobierno productivo: de crear un piso más parejo para que el talento y el trabajo de cada mexicano nos lleven a un futuro más próspero para todos. Es una tarea monumental, pero es la más importante que tenemos por delante.