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Cómo se Organiza el Gobierno Dominicano

Para entender una elección, primero hay que entender las reglas del juego. En mi experiencia, muchos ciudadanos no conocen a fondo cómo funciona su propio gobierno, y es fundamental. Imagínese el gobierno dominicano como un equipo con tres jugadores clave, cada uno con una tarea distinta para que nada se salga de control. Así lo manda la Constitución. El Poder Ejecutivo es el jugador más visible. Aquí está el Presidente, que es como el director técnico del país: es jefe de Estado y de Gobierno. Se elige cada cuatro años y tiene la opción de reelegirse una sola vez más. Su trabajo es administrar el día a día, dirigir a sus ministros, asegurarse de que las leyes se cumplan y ser el comandante de las Fuerzas Armadas. A su lado, el Vicepresidente es su mano derecha. El Poder Legislativo es el Congreso Nacional, que es bicameral, es decir, tiene dos cámaras. Piense en ellas como dos filtros para las leyes. Por un lado, el Senado, con 32 senadores, uno por cada provincia y el Distrito Nacional, que representa a los territorios. Por otro, la Cámara de Diputados, con 190 miembros, que representan a la gente, incluyendo a los dominicanos que viven fuera. Su misión es crear y debatir leyes, vigilar al presidente y aprobar el presupuesto nacional. Son el corazón del debate democrático. Finalmente, el Poder Judicial es el árbitro. Su tarea es asegurarse de que todos, incluso el gobierno, respeten la ley. La Suprema Corte de Justicia es su máxima autoridad, y sus jueces son elegidos por un consejo especial para intentar mantener la política fuera de la justicia. A nivel local, el poder lo ejercen los ayuntamientos, con sus alcaldes y regidores, que son quienes resuelven los problemas más cercanos a usted, como la recogida de basura o el orden de su comunidad. Todo este sistema se puso a prueba en los comicios de 2024.

El Ambiente Antes de Votar: ¿Qué Pasaba en el País?

Las elecciones de 2024 no ocurrieron de la noche a la mañana. Veníamos de cuatro años de gobierno de Luis Abinader y su partido, el PRM. Un período que arrancó, nada más y nada menos, que en plena pandemia de COVID-19. La forma en que la administración manejó esa crisis sanitaria y económica se convirtió en su principal carta de presentación para pedir la reelección. Mientras se acercaba la fecha, el ambiente político se calentaba. La oposición, con dos figuras de peso como el expresidente Leonel Fernández (Fuerza del Pueblo) y Abel Martínez (PLD), enfocó sus críticas en temas que le duelen a la gente: el costo de la vida, la inseguridad en las calles y la deuda del país. Sin embargo, un factor clave, y que he visto repetirse en otros países, fue la división de la oposición. Esa fractura hizo muy difícil que presentaran un frente unido y fuerte contra el oficialismo. En este escenario, las encuestas se volvieron protagonistas. No eran solo números; marcaban el ritmo de la conversación. Firmas como Gallup mostraban a Abinader con una ventaja muy cómoda, a veces por encima del 60%. Esto, psicológicamente, es muy poderoso: refuerza al que va ganando y puede desanimar a los votantes del otro bando. La campaña fue intensa. El gobierno defendía la necesidad de continuar con el 'cambio', mostrando obras y cifras de turismo. La oposición apelaba a la nostalgia de gobiernos pasados y prometía soluciones rápidas a los problemas actuales. Todo este proceso fue vigilado por la Junta Central Electoral (JCE), el árbitro electoral, y por observadores internacionales como la OEA, para dar confianza y asegurar que el voto de cada ciudadano contara.

El Estado por Dentro: Una Mirada a la Maquinaria del Poder

Cuando un ciudadano vota, está decidiendo quién manejará una maquinaria muy compleja. El gobierno dominicano es mucho más que el Presidente. La Presidencia concentra un poder inmenso, sí. Dirige la administración, nombra a sus ministros y es el jefe de las fuerzas del orden. Por eso, cuando las cosas van bien o mal, todos miran hacia él. Pero su éxito depende de su Gabinete, de que sus ministros de Salud, Educación u Obras Públicas hagan bien su trabajo. Una pieza clave en la gobernabilidad es la relación entre el Presidente y el Congreso. He visto gobiernos paralizados por no tener apoyo en las cámaras. Un presidente con mayoría, como la que buscaba el PRM en 2024, puede aprobar su agenda con facilidad. Uno sin ella, debe negociar cada paso. La independencia de la justicia es otro pilar. Aunque en el papel es independiente, en la práctica siempre hay debates sobre su autonomía. La percepción de que la justicia es igual para todos es un termómetro de la salud de una democracia. Y no olvidemos a los municipios. El alcalde es el rostro más cercano del Estado. La calidad de vida en su barrio depende mucho de su gestión. Por último, están los órganos de control, como la Cámara de Cuentas, encargados de vigilar que el dinero público se use bien. La lucha contra la corrupción es una demanda ciudadana que no se puede ignorar. Todo este engranaje era lo que estaba en juego. La gente no solo elegía un nombre, sino que definía cómo funcionaría el país en los próximos años.

Ciudadanos dominicanos ejerciendo su derecho al voto en un colegio electoral durante las elecciones 2024.

La Campaña: Estrategias y Protagonistas

La campaña electoral fue un verdadero torbellino de actividades. Durante meses, vimos a los candidatos en todas partes, intentando convencer a los ciudadanos. Tres figuras se llevaron casi toda la atención: Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez. Cada uno con su libreto y su estrategia. Luis Abinader y el PRM: La Carta de la Estabilidad. El presidente Abinader, buscando la reelección, jugó la carta de la continuidad. Su mensaje era simple y directo: 'las cosas van por buen camino, no nos arriesguemos a cambiar'. Se apoyó en los logros de su gobierno, como la recuperación del turismo y la estabilidad económica tras la pandemia. Adoptó una postura de estadista, evitando peleas y enfocándose en mostrar resultados y planes. Su campaña, masiva en medios y redes, se vio impulsada por las encuestas que, mes tras mes, lo daban como ganador en primera vuelta. Esto generó una percepción de victoria inevitable que, en política, es un activo muy valioso. Leonel Fernández y la Fuerza del Pueblo: La Voz de la Experiencia. El expresidente Fernández, un veterano de la política dominicana, se presentó como la opción de la experiencia y el conocimiento. Criticó con dureza al gobierno por el aumento de la deuda y el costo de los alimentos, problemas que afectan directamente el bolsillo de la gente. Su estrategia era atraer a los descontentos y a quienes dudaban de los otros candidatos. Aunque las encuestas lo ponían en un segundo lugar lejano, su campaña luchó hasta el final con la esperanza de forzar una segunda vuelta. Abel Martínez y el PLD: El Reto de Reconstruir. Abel Martínez tenía, quizás, el trabajo más difícil. No solo competía por la presidencia, sino que también intentaba revitalizar a su partido, el PLD, que venía de una dura derrota en 2020. Usó su gestión como alcalde de Santiago como su principal credencial, presentándose como un gerente eficiente. Su discurso fue muy crítico con el gobierno, acusándolo de improvisar. Sin embargo, su candidatura nunca logró despegar en las encuestas, reflejando que su partido todavía tiene un largo camino para recuperar la confianza de la gente.

El Rol de las Encuestas y los Debates

En esta contienda, las encuestas fueron más que una simple fotografía del momento; se convirtieron en un actor político. Publicaciones de firmas como Gallup o Greenberg no solo medían la opinión, sino que también la moldeaban. Al mostrar a Abinader con una ventaja tan grande, reforzaban su campaña y complicaban la narrativa de la oposición, que a menudo las cuestionaba. Los debates, por su parte, nos dieron la oportunidad de ver a los candidatos cara a cara, sin filtros. El organizado por ANJE fue el más importante. Allí vimos a un Abinader defendiendo su obra, y a un Fernández y Martínez atacando sus puntos débiles. Aunque rara vez un debate cambia por completo una elección, sí sirve para que los votantes comparen estilos y propuestas sobre los temas que de verdad les preocupan. La Junta Central Electoral (JCE) merece una mención especial. Como árbitro, su trabajo fue clave para que todo se desarrollara en orden y con transparencia, sentando las bases para que los resultados fueran respetados por todos. En mi carrera he visto cómo un árbitro electoral débil puede llevar a crisis muy serias; afortunadamente, no fue el caso aquí.

El Día de la Votación y la Expresión Popular

El domingo 19 de mayo llegó el momento de la verdad. Millones de dominicanos fueron convocados a las urnas no solo para elegir presidente, sino también a los senadores y diputados que los representarán en el Congreso. La jornada, en general, fue tranquila y ordenada. Vi, como muchos, imágenes de largas filas desde temprano, una señal del interés de la gente por participar. La participación fue del 54.37%, lo que significa que más de 4.4 millones de personas hicieron oír su voz. El proceso fue supervisado por miles de delegados de partidos y por misiones de observadores internacionales, como la de la OEA, que ayudan a dar confianza y legitimidad al resultado. A medida que cerraban los centros de votación, toda la atención se volcó sobre la JCE. La gran pregunta que flotaba en el aire era si Abinader ganaría en primera vuelta, como predecían las encuestas. La respuesta llegó rápido. Gracias a un sistema de transmisión eficiente, pocas horas después ya la tendencia era clara e irreversible. En un gesto de madurez democrática que hay que destacar, sus principales rivales, Abel Martínez y Leonel Fernández, reconocieron su derrota esa misma noche. Este acto de civismo fue fundamental para la tranquilidad del país y demostró la fortaleza de sus instituciones. El veredicto de las urnas fue contundente: la mayoría de los votantes eligió dar continuidad al gobierno actual.

Resultados Oficiales: ¿Qué Dicen los Números?

Los resultados finales no dejaron lugar a dudas y confirmaron lo que las encuestas venían anunciando. Este análisis numérico es crucial, porque nos dice no solo quién ganó, sino con qué fuerza lo hizo. Resultados Presidenciales: Una Victoria Arrasadora. Luis Abinader fue reelegido con un impresionante 57.44% de los votos. En política, ganar en primera vuelta con un margen tan amplio es un mandato muy claro de la ciudadanía. Superó por casi 30 puntos a su rival más cercano. Leonel Fernández se consolidó como la principal figura de la oposición con un 28.85%. Aunque no le alcanzó para forzar una segunda vuelta, su partido, la Fuerza del Pueblo, creció y se posicionó como la segunda fuerza política del país, un dato muy relevante para el futuro. Abel Martínez y el PLD obtuvieron un 10.39%. Este es un resultado históricamente bajo para un partido que gobernó por 16 años seguidos. Es una señal clara de que necesitan un profundo proceso de reinvención para volver a conectar con el electorado. ¿Qué nos dicen estos números? Primero, que la apuesta de Abinader por la estabilidad económica funcionó. Segundo, que la división de la oposición fue fatal para sus aspiraciones. Y tercero, que estamos viendo un reordenamiento del sistema de partidos, con la Fuerza del Pueblo desplazando al PLD como principal contrapeso. Configuración del Congreso: Un Poder Casi Absoluto. Tan importante como la elección presidencial fue la del Congreso. Y aquí, el PRM y sus aliados lograron una victoria abrumadora. Consiguieron 29 de los 32 senadores y una mayoría aplastante en la Cámara de Diputados. Esto es un cambio radical. En los próximos cuatro años, el gobierno tendrá el poder legislativo para aprobar sus proyectos sin necesidad de negociar con la oposición, incluyendo una posible reforma a la Constitución.

Desafíos y Perspectivas para el Segundo Mandato

Con un poder tan consolidado, el segundo gobierno de Abinader enfrenta expectativas enormes. La gente que le dio su voto espera soluciones concretas. Los Grandes Retos Nacionales. El primer desafío, y el más inmediato, es económico. La gente necesita sentir un alivio en su bolsillo. Controlar la inflación y crear empleos de calidad será la prueba de fuego. La seguridad ciudadana es la otra gran deuda pendiente. La percepción de inseguridad sigue alta y se necesitan reformas profundas en la policía y la justicia. El tema de la reforma fiscal es inevitable. El gobierno necesita más ingresos, pero el debate será cómo obtenerlos sin afectar a los más pobres. Y por supuesto, está la complejísima situación de Haití, que exige una política de Estado firme y coherente para gestionar la frontera y la migración. La Oportunidad de las Reformas. Tener una mayoría tan amplia en el Congreso es una oportunidad histórica para impulsar reformas que el país ha esperado por décadas. Se habla de una reforma a la Constitución para, entre otras cosas, poner un 'candado' definitivo a la reelección presidencial y fortalecer la independencia de la justicia. Sin embargo, en mi experiencia, cambiar la Constitución es un asunto delicado que requiere más que solo votos; necesita un amplio consenso social para ser legítimo. Hay otras reformas pendientes en el sector eléctrico, el agua y la seguridad social que son vitales para el futuro. El éxito de esta administración dependerá de su capacidad para llevarlas a cabo con pericia y voluntad política. He observado cómo otros gobiernos en la región, como el mexicano a través de su portal gob.mx, intentan mejorar la transparencia y la comunicación con el ciudadano. Son modelos que muestran la importancia de mantener a la gente informada, sobre todo cuando se emprenden cambios tan profundos.

Reflexión Final: Gobernabilidad, Democracia y el Contrato Social

Las elecciones terminaron, pero la política sigue. El proceso ha demostrado, una vez más, la fortaleza de la democracia dominicana. La reelección de Luis Abinader es un claro voto de confianza a su gestión, pero también es consecuencia de una oposición fragmentada. Ahora, el gobierno tiene una oportunidad de oro para gobernar sin obstáculos legislativos. Esto es bueno para la agilidad, pero también encierra un riesgo: la concentración de poder. Una democracia sana necesita contrapesos. El rol de la oposición, la prensa libre y la sociedad civil se vuelve ahora más importante que nunca para fiscalizar y exigir rendición de cuentas. El contrato social entre el gobierno y los ciudadanos se ha renovado. La confianza que la gente depositó en las urnas no es un cheque en blanco. Las demandas de seguridad, mejor economía y un Estado más honesto y eficiente siguen ahí. El éxito de este nuevo período no se medirá por las leyes aprobadas, sino por la mejora real en la calidad de vida de todos los dominicanos. La tarea es inmensa, pero la oportunidad de construir un futuro más próspero también lo es.