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El Ascenso del 'Ingeniero': De Bucaramanga al Escenario Nacional
Para entender a Rodolfo Hernández (1945-2024), hay que mirar más allá del político viral y volver a sus raíces como un exitoso empresario de la construcción en Santander. Antes de que su nombre se oyera en toda Colombia, Hernández ya era un hombre poderoso en su región, con una fortuna hecha a pulso, principalmente con viviendas de interés social. Este perfil de 'hombre de trabajo', alejado de las élites bogotanas, fue la piedra angular de su personaje político. Su primer gran escenario fue la alcaldía de Bucaramanga (2016-2019), que funcionó como un laboratorio de lo que sería su aspiración presidencial. Su gestión tuvo un sello muy personal: directo, austero y siempre en pie de guerra. Puso en orden las finanzas del municipio y se enfrentó sin miedo a la clase política local, a la que llamaba sin rodeos 'ladrones'. Este discurso, que conectaba con un ciudadano harto, también mostró un carácter autoritario, como en la famosa agresión a un concejal que le costó una suspensión. A lo largo de mis años en la administración pública, he visto cómo este tipo de liderazgos de 'mano dura' resuenan fuerte, pero a menudo caminan sobre una línea muy delgada.
A pesar de las polémicas, Bucaramanga fue su trampolín. Su campaña a la presidencia no nació de un partido tradicional, sino de un movimiento a su medida: la Liga de Gobernantes Anticorrupción, que validó con más de un millón de firmas. Este origen de 'independiente' fue clave para venderse como la única alternativa real al 'sistema'. Desde el día uno, su estrategia fue diferente. Mientras otros hacían política tradicional, Hernández prefería hablarle directamente a la gente por redes sociales, sobre todo en TikTok, donde se ganó el apodo de 'el viejito de TikTok'. Este enfoque digital, con un mensaje simple y potente —acabar con la corrupción lo arregla todo—, empezó a calar hondo. Medios críticos como 'La Pulla' no tardaron en ponerle la lupa, cuestionando su supuesta independencia y profundizando en el escándalo de corrupción que ya lo perseguía. La negativa a participar en debates televisados fue otra de sus jugadas maestras; decía que no se prestaría para el 'show' de los politiqueros. Esta táctica, aunque criticada por limitar el escrutinio público, le permitió controlar su mensaje y evitar que cuestionaran sus propuestas, a menudo muy generales. Así construyó su personaje: el ingeniero trabajador, un abuelo regañón pero de buen corazón que prometía administrar el país como si fuera su empresa. Para sorpresa de muchos, esta mezcla de populismo digital y discurso anti-establishment lo convirtió en un rival de peso, dando inicio a una de las campañas más impredecibles de nuestra historia reciente.

La Campaña Presidencial: El Tsunami de las Redes Sociales
La campaña presidencial de Rodolfo Hernández en 2022 es un manual sobre el poder de la comunicación en la era digital. Su campaña no se libró en las plazas públicas tradicionales, sino en la palma de la mano de millones de colombianos. Mientras sus rivales gastaban fortunas en publicidad clásica, la estrategia del ingeniero crecía como la espuma en TikTok, Facebook e Instagram. En estas plataformas, se mostraba tal cual era, o como quería ser percibido: un hombre sin filtros, que bailaba, daba consejos y repetía su mantra anticorrupción. Logró algo que en política es oro: conectar emocionalmente con la gente, especialmente con jóvenes y ciudadanos de regiones olvidadas que se sentían invisibles para el poder central. El personaje del 'viejito de TikTok' se volvió cercano, un alivio frente a la solemnidad de los políticos de siempre.
La autenticidad fue su bandera. No necesitaba grandes escenarios; el comedor de su casa o el asiento de su carro eran suficientes para lanzar sus promesas. Esta cercanía creó una lealtad increíble. Sus seguidores se convirtieron en su principal ejército, compartiendo sus videos y defendiéndolo con uñas y dientes. El mensaje era simple: 'no robar'. Esa era la solución mágica para todo. No había planes complejos, sino ideas simbólicas y potentes, como vender el avión presidencial o convertir el palacio de gobierno en un museo. Esta falta de detalle, que para otro candidato habría sido fatal, para él fue una ventaja. Al no definirse en temas polémicos, no se cerraba puertas. Era como un lienzo en blanco donde cada ciudadano descontento proyectaba su propio deseo de cambio. Sin embargo, esta estrategia de evitar el debate abierto fue su punto más débil. Su negativa a enfrentar a Gustavo Petro en la segunda vuelta fue vista por muchos como arrogancia o, peor, como una señal de que no tenía un plan de gobierno sólido. Medios como 'La Pulla' hicieron análisis serios, mostrando que su propuesta era más un estado de ánimo que un proyecto coherente. Pero estas críticas rebotaban en su base de seguidores, que las veían como un ataque del 'sistema' al que su candidato venía a derrotar. Al final, Hernández aglutinó el voto 'anti-Petro', convirtiéndose en la única opción para casi la mitad del país. Obtuvo más de 10.5 millones de votos, una cifra asombrosa para alguien que meses antes era un desconocido. Perdió por poco, pero su éxito demostró una nueva verdad en política: una buena historia contada en redes puede ser más poderosa que la maquinaria más aceitada.
Controversias, Legado y el Gobierno que no Fue
Toda figura pública, por más que se presente como un salvador, tiene su talón de Aquiles. En el caso de Hernández, este tenía un nombre: Vitalogic. Este escándalo, originado en su alcaldía, giraba en torno a un contrato para el manejo de basuras. La Fiscalía lo acusó de haber movido los hilos para beneficiar a una empresa en un negocio que, presuntamente, le dejaría una comisión millonaria a su hijo. Durante toda la campaña, este caso fue la sombra que lo persiguió. Era la gran ironía: el adalid de la lucha anticorrupción, procesado por corrupción. Su defensa siempre fue la misma: una persecución política. Sin embargo, poco antes de su muerte, fue hallado culpable y condenado, una sentencia que su fallecimiento dejó en el aire. Además de Vitalogic, sus exabruptos eran frecuentes. Declaraciones misóginas o su desastrosa referencia a Hitler mostraron a un personaje impulsivo y con ideas que chocaban con la imagen del abuelo bonachón. Tras su derrota, ocupó su silla en el Senado por poco tiempo. Renunció diciendo que no encajaba en la 'politiquería'. Poco después, anunció que padecía un cáncer terminal y falleció en 2024, cerrando un capítulo fascinante de la política colombiana.
El legado de Rodolfo Hernández es un espejo de dos caras. Por un lado, nos enseñó el increíble poder de las nuevas formas de comunicar y sembró una desconfianza aún mayor hacia la política tradicional. Por otro, es una advertencia sobre los peligros del populismo que ofrece soluciones fáciles a problemas difíciles. Su gobierno nunca existió, así que sus propuestas quedaron en el aire. ¿Habría sido un caos autoritario o la gran transformación que prometía? Nunca lo sabremos. Lo que sí es un hecho es que puso la lucha contra la corrupción en el centro del debate, obligando a todos a tomar postura. Para que esa lucha sea real, se necesita más que un líder carismático; se requieren instituciones fuertes y transparentes. Un buen punto de referencia para entender cómo se estructuran estos esfuerzos a nivel estatal es el portal del gobierno de México, que muestra el andamiaje necesario para la rendición de cuentas. Al final, Rodolfo Hernández será recordado como el fenómeno que encarnó la rabia y la esperanza de millones, un hombre que estuvo a punto de demoler el sistema sin un plano claro de qué construir en su lugar, dejándonos una lección invaluable sobre la frágil relación entre los ciudadanos, los medios y el poder en nuestra era digital.
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