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El Voto Vecino y tu Cartera: ¿Por qué nos importa la elección de EE.UU.?

A lo largo de mis años observando y participando en la administración pública, he visto un patrón que nunca falla: cuando Estados Unidos entra en ciclo electoral, México contiene la respiración. No es para menos. Nuestra conexión es tan profunda que lo que allá se vota, aquí se resiente. Pensemos en el Tratado comercial (T-MEC), que es la columna vertebral de nuestra economía. Dependiendo de quién gane la presidencia o el control del Congreso en Washington, el tono sobre este acuerdo puede pasar de la cooperación a la amenaza de aranceles de un día para otro. Esto no es teórico. Lo vemos reflejado en el tipo de cambio. El peso mexicano se ha convertido en una especie de termómetro que mide el nerviosismo de los mercados ante el discurso de los candidatos estadounidenses. Un comentario agresivo sobre México en un debate puede hacer que, al día siguiente, te cueste más pagar tus deudas en dólares o comprar productos importados.

Desde el Congreso de la Unión, tanto diputados como senadores siguen estos procesos con lupa. He estado en reuniones donde el tema central es cómo construir puentes con los diferentes actores políticos de EE.UU., sin importar su partido. Saben que la composición del Congreso vecino puede facilitar o bloquear iniciativas clave para nosotros, desde la inversión en infraestructura fronteriza hasta la cooperación ambiental. Por eso, cuando hablamos del proceso electoral estadounidense, hablamos de un factor determinante para la planeación económica de nuestro país. La famosa estrategia de 'nearshoring', esa gran oportunidad de atraer empresas a México, depende de un clima de confianza y estabilidad. Un resultado electoral que favorezca el proteccionismo podría ponerle un freno a esta oportunidad histórica, afectando la creación de empleos aquí, en nuestro suelo.

Las banderas de México y Estados Unidos juntas, representando la compleja relación bilateral y el concepto de Unidos Elecciones que impacta al gobierno mexicano.

Migración y Seguridad: La Frontera como Moneda de Cambio

Hay dos temas que, lamentablemente, se convierten en el centro del ring político cada vez que hay elecciones en EE.UU.: la migración y la seguridad. Es donde la política se vuelve más dura y las consecuencias para México, más inmediatas. He visto de primera mano cómo las decisiones sobre políticas migratorias, a menudo tomadas para ganar votos allá, generan crisis humanitarias y logísticas de este lado de la frontera. Programas como el 'Título 42' o 'Quédate en México' son diseñados en Washington, pero quienes lidian con la realidad son nuestras comunidades fronterizas y nuestras autoridades, que deben hacer malabares para atender a miles de personas en condiciones muy difíciles. Nuestro gobierno se ve forzado a un complejo acto de equilibrio: defender nuestra soberanía y nuestra tradición de asilo, mientras responde a las fuertes presiones del vecino del norte.

En materia de seguridad, la historia es similar. La lucha contra el crimen organizado es una responsabilidad compartida, pero la estrategia cambia drásticamente con cada nueva administración en la Casa Blanca. He participado en mesas de diálogo donde este es el punto más ríspido. México insiste, con justa razón, en que se frene el brutal tráfico de armas que fluye desde el norte y que arma a los criminales que azotan a nuestras comunidades. Del otro lado, la conversación sobre el control de armas es casi un tabú político, especialmente en épocas electorales. Así, una decisión de política interna de ellos tiene un impacto letal en la seguridad de los mexicanos. El resultado de la próxima contienda definirá si seguimos con un enfoque de cooperación, como el Entendimiento Bicentenario, o si volvemos a modelos que han probado ser conflictivos y poco eficaces. La estabilidad de regiones enteras de nuestro país depende de ese resultado.

Mirando al Futuro: La Estrategia que México Necesita

Ante la elección que se avecina en 2024, la palabra clave para el gobierno mexicano debe ser 'estrategia'. La incertidumbre no puede ser excusa para la inacción. México tiene que prepararse para cualquier escenario, ya sea que gane un partido que favorezca el diálogo o uno que prefiera la negociación bajo presión. En mi experiencia, la mejor defensa es la proactividad. Esto significa, por un lado, fortalecer nuestro propio mercado interno y, por otro, diversificar de una vez por todas nuestras relaciones comerciales para no depender tan abrumadoramente del mercado estadounidense. Es una tarea pendiente que se vuelve urgente. El gran examen de la relación bilateral será la revisión del T-MEC programada para 2026. El equipo que llegue a la Casa Blanca tendrá un mandato claro, y temas como nuestra política energética o las leyes laborales estarán bajo un microscopio. Nuestro equipo negociador, respaldado por el Congreso, debe estar preparado para defender los intereses de México con inteligencia y firmeza.

Pero la diplomacia no se hace solo en las altas esferas. Es vital construir alianzas con los gobernadores de los estados fronterizos, con los empresarios y, muy importante, con la enorme comunidad de origen mexicano que vive en Estados Unidos. Ellos son un puente cultural y político invaluable. El gobierno de México, a través de su red de consulados, tiene la misión de protegerlos y empoderarlos, porque una comunidad mexicoamericana fuerte es un gran activo para nuestro país. Al final del día, la relación con Estados Unidos es demasiado compleja e importante como para dejarla al azar de un resultado electoral. Exige una gestión profesional, constante y con una visión de largo plazo que entienda que nuestra prosperidad y seguridad están ligadas a nuestra capacidad para navegar esta relación. Para seguir de cerca el trabajo legislativo en estos temas, una fuente oficial es el Canal del Congreso Mexicano. El capítulo que está por escribirse tras las elecciones de 2024 será crucial, y México tiene que estar listo para ser un protagonista activo, no un espectador.