Tabla de Contenido
- El Veredicto de las Urnas y el Papel de las Encuestas
- El Gobierno como Actor Clave en la Elección
- Lecciones y Retos para el Futuro de México
El Veredicto de las Urnas y el Papel de las Encuestas
El día de la elección en México nos dejó un resultado que, si bien se esperaba en cuanto a la ganadora, sorprendió a todos por su contundencia. La candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum Pardo, se alzó con una victoria de casi el 60% de los votos, según los datos preliminares del INE. [42] Este triunfo no solo le dio la presidencia, sino que le entregó a su coalición una mayoría casi total en el Congreso, abriendo la puerta a reformas constitucionales de gran calado. Ante este escenario, la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿de qué sirvieron las encuestas? Durante meses, desde mi trinchera como analista, vi cómo los sondeos de opinión se convirtieron en el centro del debate público, usados como arma tanto por el gobierno como por la oposición. Las encuestas, en teoría, son una fotografía del momento, un pulso ciudadano vital para la democracia. Sin embargo, su desempeño en este ciclo electoral ha generado un debate intenso. La mayoría de los estudios publicados por casas encuestadoras reconocidas, como Enkoll o De las Heras Demotecnia, ponían a Sheinbaum con una ventaja clara sobre Xóchitl Gálvez. [26, 36] Los promedios de encuestas, como los que publicaron Oraculus y El País, daban a la candidata oficialista una probabilidad de ganar de más del 90%. [5] En eso, acertaron. El problema, y donde surge la controversia, es en el margen de victoria. El resultado final fue una diferencia de más de 30 puntos, una brecha que muchas de las mediciones previas no vieron venir, ya que estimaban diferencias de entre 18 y 25 puntos. [5] Esta discrepancia, aunque no cambió quién ganó, sí puso en duda la precisión de estas herramientas. Casi la mitad de las encuestas finales se quedaron cortas en sus estimaciones. [20] Por otro lado, las encuestas de salida, esas que se hacen a pie de urna el día de la elección, sí dieron en el clavo. Medios como El Financiero, a través de sus ejercicios de salida, proyectaron una victoria para Sheinbaum con un margen muy similar al que después confirmaron los resultados oficiales. [27] Estas son valiosas porque capturan la decisión final del votante, sin indecisos ni el famoso 'voto oculto'. Tras la elección, debemos considerar varios factores que explican esta diferencia. Uno es el llamado 'voto oculto' o la 'espiral del silencio', donde la gente no dice su verdadera intención por desconfianza o por temor a ser juzgada. En un ambiente tan polarizado como el nuestro, es muy posible que muchos simpatizantes del gobierno, especialmente beneficiarios de programas sociales, prefirieran no revelar su voto. Otro factor que las encuestas tradicionales a menudo subestiman es la capacidad de movilización que tienen las estructuras del partido en el poder el día D. Es interesante ver que al otro lado de la frontera, en las elecciones de Estados Unidos, los encuestadores enfrentan retos parecidos: polarización, desconfianza y la dificultad de saber quién realmente saldrá a votar. El fantasma de 2016, cuando no vieron venir el triunfo de Trump, los obliga a ser muy cuidadosos, temiendo un 'voto oculto' similar al que pudo ocurrir en México. La discusión sobre la fiabilidad de las encuestas de opinión no es un tema menor. Estos estudios no solo informan, sino que crean percepciones, generan narrativas de victoria o derrota y pueden afectar el ánimo de las campañas. Por eso, la transparencia en su metodología y financiamiento es fundamental para nuestra democracia. Al final, como siempre digo, la única encuesta que vale es la de las urnas. El análisis detallado de quién votó por quién, como el que hizo Consulta Mitofsky con base en las encuestas de salida, es oro molido: Sheinbaum arrasó en los niveles socioeconómicos bajos y medios y entre beneficiarios de programas sociales, mientras que Gálvez fue más fuerte en los niveles altos y con mayor escolaridad. [6] Entender esto es vital para comprender las motivaciones del electorado y la eficacia de las estrategias del gobierno. El reto para quienes nos dedicamos a medir la opinión pública es enorme: no se trata solo de adivinar al ganador, sino de reflejar la compleja realidad social del país.

El Gobierno como Actor Clave en la Elección
Para entender el porqué de este resultado electoral, es indispensable mirar más allá de la campaña y analizar el tablero que el gobierno en funciones, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, construyó durante años. Su administración no fue un simple espectador; fue un jugador central que moldeó el terreno de juego. Quienes seguimos de cerca la política sabemos que la alta aprobación del presidente, que rondaba el 65% antes de la elección, fue un capital político inmenso de la Cuarta Transformación que se transfirió exitosamente a su sucesora. [3] Uno de los pilares de esta estrategia fue, sin duda, la política social. La pensión para adultos mayores, las becas para estudiantes y otros apoyos directos se convirtieron en el corazón de su proyecto. Durante la campaña, este fue el tema central. [30] Mientras la candidata oficialista prometía fortalecerlos, la oposición se vio obligada a prometer que no los quitaría, un mensaje que para muchos no sonó sincero, pues la gente asocia esos beneficios directamente con el partido en el poder. Las encuestas de salida lo confirmaron: una gran parte de los beneficiarios votó por la continuidad. [6] Pero no solo fueron los programas sociales. La estrategia de comunicación del gobierno fue otro factor decisivo. Las conferencias matutinas del presidente se convirtieron en una poderosa plataforma para marcar la agenda del día, defender sus logros y atacar a sus adversarios. Esta presencia constante, amplificada en redes sociales, creó una narrativa dominante que la oposición simplemente no pudo contrarrestar. El gobierno logró enmarcar la elección como una lucha entre su proyecto de 'transformación' y un 'pasado de corrupción'. Esta visión de gobierno, aunque simple, fue increíblemente efectiva y partió al país en dos percepciones muy distintas sobre nuestro futuro. La oposición, agrupada en la coalición "Fuerza y Corazón por México", tuvo enormes problemas para construir un mensaje alternativo que conectara con la mayoría. Se enfocaron en criticar la inseguridad y los problemas de salud, pero no lograron ofrecer una visión de futuro que generara la misma emoción o lealtad que el proyecto oficialista. Las encuestas, una tras otra, mostraban a su candidata, Xóchitl Gálvez, remando contra corriente. [5, 17] Si lo comparamos con lo que se perfila en las elecciones de Estados Unidos, vemos diferencias interesantes. Allá, aunque el presidente en turno influye, el debate se centra más en la economía, el empleo o la política exterior. Los programas sociales existen, pero no tienen esa conexión tan personal y directa con la figura del presidente como en México. Allá las encuestas muestran una contienda mucho más apretada, con un grupo importante de votantes independientes que pueden decidir la elección. En México, lo que vivimos en 2024 puede ser la consolidación de una nueva era política. El resultado no solo definió la presidencia, sino también el Congreso. La nueva legislatura, que arranca el 1 de septiembre, tendrá una Cámara de Diputados con 251 diputadas y 249 diputados, [35] donde la coalición gobernante tendrá mayoría calificada. Esto les da luz verde para impulsar el llamado "Plan C", un paquete de reformas constitucionales que incluye una transformación profunda del Poder Judicial. [12] Esta reforma, que propone elegir a jueces y ministros por voto popular, es muy polémica y ha generado preocupación en diversos sectores, incluida la OEA, que ha pedido un debate abierto sobre sus consecuencias. [7] Este poder, casi absoluto y validado en las urnas, es el fruto de una estrategia política y de gobierno que supo conectar con el descontento del pasado y construir una base de apoyo increíblemente leal. El análisis final nos muestra que la mayoría de los mexicanos votó por la continuidad de un proyecto que ha priorizado el apoyo directo y una narrativa de cercanía con la gente. El gran desafío para el nuevo gobierno será administrar esas enormes expectativas y gobernar para todos, incluyendo a los casi 17 millones de personas que eligieron una opción distinta. [30]
Lecciones y Retos para el Futuro de México
Lo que vivimos en las elecciones de 2024 nos deja lecciones muy importantes a todos. Más allá de quién ganó, este proceso nos obliga a reflexionar sobre nuestra democracia, nuestras instituciones y cómo medimos la opinión pública. Una de las lecciones más claras, desde mi punto de vista, es la necesidad de que la oposición reconecte con la gente de a pie. La campaña de 2024 demostró que estaban desconectados; mientras su discurso se centraba en defender instituciones y criticar al gobierno, no lograron presentar una propuesta económica y social que le hiciera sentido a las mayorías. [14] La gente no solo votó por una candidata, sino por una visión de país y por políticas que sienten en su bolsillo, como los programas sociales. [30] Para el periodismo y las casas encuestadoras, el reto es enorme. La diferencia entre lo que decían muchos sondeos y el resultado final ha lastimado su credibilidad. [20] Es urgente que revisen sus métodos, que sean transparentes sobre quién paga por cada estudio y que nos ayuden a todos a entender mejor cómo leer sus datos, con sus limitaciones y márgenes de error. [5, 43] Como señalaba un análisis de MILENIO, el promedio de encuestas suele ser un buen indicador, pero el ruido que generan estudios aislados confunde a la gente. [8] Las encuestas de salida fueron más precisas, pero esas llegan cuando todo ha terminado. El nuevo gobierno de México, que encabezará Claudia Sheinbaum a partir del 1 de octubre, tiene enfrente desafíos gigantescos. Recibe un país con una aprobación altísima y muchas expectativas, pero también con problemas muy serios en seguridad, salud y finanzas públicas. [3] Su promesa de construir el "segundo piso de la Transformación" tendrá que convertirse en políticas reales que mantengan la economía estable y, al mismo tiempo, profundicen el bienestar. La relación con el sector privado y los inversionistas será crucial, sobre todo después del nerviosismo que se vio en los mercados tras la elección por el temor a reformas sin contrapesos. [33] El escenario internacional añade más complejidad. Nuestra relación con Estados Unidos es vital, y por eso seguimos con tanta atención las encuestas de su próxima elección. Un posible regreso de Donald Trump podría traer de vuelta las tensiones en comercio, migración y seguridad. El nuevo gobierno mexicano necesitará mucha habilidad para navegar la relación con Washington, sin importar quién esté en la Casa Blanca. Es curioso ver el contraste: mientras en México el resultado fue arrollador y apunta a un modelo de partido dominante, la democracia en Estados Unidos está partida en dos mitades casi iguales. Sin embargo, ambos países compartimos un problema: la desconfianza en las instituciones y la dificultad para ponernos de acuerdo. Uno de los debates más importantes que vienen para México es el de la reforma al Poder Judicial. Esta propuesta, parte central del "Plan C", preocupa a muchos porque podría poner en riesgo la independencia de los jueces, que es un pilar de cualquier democracia. [7, 12] El gobierno entrante tiene la responsabilidad histórica de manejar este proceso con diálogo y asegurar que los cambios fortalezcan, y no debiliten, el acceso a la justicia para todos. Si quieren entender mejor cómo funciona el poder legislativo, que será clave en esto, el portal oficial de la Cámara de Diputados es un excelente recurso. [22] Finalmente, la gran lección es la fuerza de la participación ciudadana. A pesar de todo, millones de mexicanos salimos a votar para decidir el futuro. [18, 40] La tarea que nos queda como sociedad es exigir que el nuevo gobierno y los legisladores rindan cuentas, para que ese poder que les dimos en las urnas se use con responsabilidad y para el bien de todos.
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